Barcelona, como la conocemos actualmente, es una de las ciudades cosmopolitas por excelencia, gracias al gran peso del turismo en su economía. Pero no es solo eso; millones de personas la visitan, a diario, para conocer su arquitectura, cultura e historia, que enriquecen la fachada de la urbe, proporcionándola de un patrimonio exuberante que todos desean descubrir.
En esta publicación, vamos a realizar un recorrido por la historia romana de la ciudad, desde los primeros vestigios de población. Esa época marcó el inicio de una era de crecimiento de la ciudad, que se mantuvo hasta la Barcelona actual, pasando por las épocas más representativas que han dejado huella en el desarrollo de esta, para acabar siendo lo que es ahora, una ciudad referente en toda Europa, y conocida, internacionalmente.
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La Barcino Romana
A pesar de que la zona donde se extiende, actualmente, Barcelona, ya estuvo ocupada, desde el neolítico, por población prehistórica, el auge del crecimiento de la ciudad se inició con la llegada de los romanos, quienes convirtieron el territorio en una ciudad imperial, entre el siglo I a.C. y la Edad Media.
El motivo por el cual escogieron la zona de Barcelona para asentarse fue porque encontraron un espacio idóneo entre Emporiae (Empúries), al norte del territorio catalán, y Tarraco, actualmente, conocida como Tarragona, más al sur.
Se eligió, concretamente, la cima del Mons Taber, frente al mar, para poder controlar toda la llanura entre los deltas del Besòs y del Llobregat, donde está, actualmente, la plaza Sant Jaume, y muy cerca de donde, siglos más tarde, se decidió ubicar la Catedral de Barcelona.
La colonia romana llevaba el nombre de Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino, y fue amurallada alrededor de los siglos I y II, y, posteriormente, también fue reforzada, ampliando el grosor de sus muros y aumentando la altura de la misma, así como levantando hasta 75 torres de vigilancia. Puedes consultar el espacio amurallado en este enlace.
Uno de los momentos más relevantes del período romano de Barcelona fue cuando el rey visigodo Ataúlfo decidió mudarse a Barcino, con su esposa Gala Placidia, alrededor del siglo V, al final del imperio romano, hasta que, finalmente, fue asesinado, pocos años más tarde.
Visitar los restos romanos
En la actualidad, podemos visitar algunos de los restos de esta gran muralla que delimitaba la urbe, en algunos puntos del barrio Gótico, como la plaza Nova, donde se conservan cuatro torres; la plaza de Ramon Berenguer, con un gran tramo de la fortificación; la plaza de los Traginers, con otra torre de vigilancia; y la puerta del Mar, ubicada, actualmente, dentro del Centro Cívico Pati Llimona, donde también puedes visitar los restos de las termas portuarias, del siglo I.
La estructura de las calles de la Barcino romana también se puede visitar, en la actualidad. Consistía en un foro en el centro, del cual surgían dos calles perpendiculares, en forma de cruz, que conectaban las 4 puertas de acceso a la muralla: la Porta Sinistrade, la Porta Dextra, la Porta Praetoria, y la Porta Decumana o puerta del Mar. Estas estaban enlazadas por la calle de la Llibreteria, que era el antiguo cardus, que cruzaba la urbe, de norte a sur; y por las calles del Bisbe de la Ciutat y del Regomir, que eran el decumanus, que atravesaba la ciudad, de este a oeste.
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Otro de los elementos romanos que no puedes perderte durante tu visita a Barcelona son las columnas del templo de Augusto que se conservan dentro del patio de un palacio gótico de la calle del Paradís. Podrás observar hasta cuatro columnas, de unos 9 metros de altura, de las cuales, una de ellas fue reconstruida en la plaza del Rei, donde permaneció hasta 1956, y que, finalmente, fue trasladada a donde se encontraban las otras tres. Este espacio fue construido, en piedra arenisca de la montaña de Montjuïc, a finales del siglo I, y, durante los siguientes 400 años, presidió el foro, que era la principal plaza pública abierta, donde se desarrollaba toda la vida política, administrativa y religiosa de la ciudad.
También podrás adentrarte en sus calles, gracias a los restos arqueológicos que conforman el Conjunto Monumental de la Plaza del Rei, dentro del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), que incluye la Barcino romana, así como la Barchinona visigótica, del siglo VII y la Barcelona medieval, del siglo XIII, que conoceremos más adelante. Este museo también acoge una gran domus romana, una casa construida en el siglo IV, siguiendo el estilo habitual de una villa romana, con su patio interior y diversas estancias a su alrededor, así como con unas termas privadas.
Por otro lado, en la plaza de la Vila de Madrid, fuera de la zona delimitada por la muralla, se encuentra la Vía Sepulcral Romana, que consistía en una necrópolis, construida a partir del siglo I, que dispuso de tumbas de personas de clases populares. Actualmente, se pueden ver hasta 70 sepulcros de entre el siglo I y III d. C., que presentan diferentes morfologías, desde más redondeadas, hasta aras y estelas.
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